LA ESCLAVA TILES
Perry me compró, por fin, el álbum de figuritas que le pedí, fácil, cuarenta veces. Me decía que era una vergüenza que una mujer adulta (¿qué es eso?) tuviera un álbum de figuritas, pero yo insistí: “Perry, ¿alguna vez dudaste de que me chupa un huevo y medio tu opinión? Te lo pido porque lo venden cerca de tu trabajo, basta. Menos joder y más comprarme el álbum, ¿dale?” El tarado (siempre me hace lo mismo) finalmente me lo consiguió, y me trajo además un pilonazo de sobres de figus. Es un personaje… ¡cómo lo quiero! De inmediato abrí todos y empecé a pegar entusiasmada. Entonces me di cuenta de que estaba casi completo, excepto por dos que, como se dice en la jerga, nola . Lo maravilloso de este álbum es que forma una historia. La historia es así: La esclava Tiles Desde el pozo profundo salía una voz: era Chicha Tiles, la empleada del almacén. “¡Larreta y la re puta madre que te parió! ¡Chorro! ¡A ver cuándo dejás de rascarte las bolas y arreglás las calles de una ...