LA MISMA COSA
Carmen está en busca de un lugar donde derramar eso que le sale de la boca. Sin temor, porque no hay nada que temer -¿quién lo podría negar?-, es sólo muerte. Carmen tiene un ojo rojo, de conejo, con una forma recortada que significa el cielo. Una traba en la lengua, una tara en la mente, una tarea pendiente. Un problema: está muy sola. Y esto implica, casi siempre, muchas cosas… Todas malas, en general. El alma de la fábrica tiembla como gelatina: son las máquinas que funcionan sin descanso. Carmen fue operaria allí diez años atrás. Entraba a trabajar de noche y salía también de noche, y recién ahora es capaz de recordar aquella época sin ponerse a llorar. Ahora sonríe. El sótano marrón de su casa siempre está a oscuras. Las siluetas y las sombras bailan sobre la pared cuando los faroles de algún auto que pasa por la callecita de enfrente iluminan súbitamente el interior. Es su lugar preferido en toda la casa, allí duerme, de hecho, y a veces imagina que una luz se asemeja a u...