LA PLAZA GODOY
Vivía en Florida una mujer a quien la gente del barrio llamaba doña Normita. Tenía ochenta y ocho años. Una tarde de primavera se encontraba soñando despierta, sentada en un banco de la plaza Godoy. Soñaba con imágenes del pasado, mientras alimentaba a las palomas. Había querido casarse. Había querido tener un bebé. Había querido tantas cosas que la vida no le había permitido tener, que una amarga desazón se apoderaba de su alma cada vez que pensaba en éstas, y su rostro se volvía más arrugado y más gris y más viejo, y sus hombros temblaban casi imperceptiblemente, y sus manos manchadas perdían la fuerza y reposaban inmóviles sobre el regazo de su vestido azul. Pero las palomas, alborotadas, pedían y pedían, y doña Normita, arrancada de aquel ensueño, reaccionaba, convirtiendo el pan en miguitas y arrojándoselas. Fue esa misma tarde de primavera que don Alfonso decidió sacar a Roscoe, su pequeño caniche, a dar una vuelta por la plaza Godoy. ...